Lo bonito de abrir un libro nuevo, olerlo como de costumbre y trasportarte a un nuevo mundo.
Esa ganas de empezarlo, cuando te enganchas y ya no sabes si vas a poder parar, pero te gusta
tanto la historia que no quieres que termine. Y llegas a un punto que no sabes si frenar un
poco para saborearlo más, o acelerar porque no puedes quedarte con la intriga. El final,
cuando acabas esa historia en la que tú te habías metido, has vivido tantas cosas, sentimientos
y emociones, que cuando ha llegado al fin te has quedado como vacío, pero lleno a la vez. Esa
alegría por tener otra historia en tu cabeza, y esa tristeza porque se ha terminado.
No pasa nada, porque cuando pase un tiempo siempre podemos volver a aquella historia que
recordamos, no muy entera, un poco vaga. Pero sabemos que nos gustó y queremos volver a
vivir esos momentos, y eso es lo bonito. Poder volver a esas historias siempre que queramos,
ya sea un libro nuevo o un libro viejo, este último tiene otro olor diferente, llámame loca pero
siempre huelo los libros. Y me he dado cuenta que cada libro con el paso del siempre va
oliendo diferente, y va cambiando de color, esas páginas que eran tan blancas van cogiendo
color. Pero los libros jamás pierden su esencia, eso te lo digo yo.